Al igual que el resto de directores y productores de Hollywood de la época, Billy Wilder tuvo que diseñar sus películas alrededor del código Hays, una serie de reglas de producción impuestas por la MPAA (asociación de productores cinematográficos de Estados Unidos) en 1934. Como consecuencia de la presión de los poderosos grupos religiosos del país, dicho código permitía la censura de cualquier película que no siguiera sus normas. Prohibía el sexo, la desnudez, las drogas, la violencia explícita e incitar a ella, la homosexualidad, la blasfemia, y un largo etcétera de cualquier cuestión que pudiera ofender la moral cristiana.

Inicialmente, la MPAA no permitió la producción de su película Perdición (1944). Incluso hubo guionistas y actores que se negaron a colaborar por miedo a que dañara sus carreras y su reputación por ser un filme demasiado sombrío y violento para la época. La novela de la cual Raymond Chandler adaptó el guión, Pacto de sangre de James M. Cain, se saltaba numerosos puntos del código Hays, por lo que hubo que cambiar el final y distintas partes de la historia. Los mismos actores que al final llegaron a participar fueron reticentes, pero tras varias negociaciones y condiciones, una de ellas que dirigiera Wilder, el proyecto siguió adelante. A pesar de todo, Wilder decidió desafiar a la censura y construyó los personajes y la historia con un significado secundario que contradecía los valores de la época. Para ello debía hacerlo dentro de las limitaciones establecidas a través de mensajes imprecisos y ambiguos.

Perdición cuenta la historia de Walter Neff (Fred MacMurray), agente de una compañía de seguros, quien se enamora de Phyllis Dietrichson (Barbara Stanwyck) y asesina a su marido para que ambos se queden con el dinero del trucado seguro de accidentes. Esta pequeña sinopsis ya enseña un ligero salto de código: expone la disfunción de la familia nuclear. Phyllis se casa con el Sr. Dietrichson por su riqueza y no por amor o siquiera para formar una familia con él, es más, Phyllis tiene una relación muy seca con la hija de su marido, de un matrimonio previo. Presentando dos matrimonios fallidos en la trama y una actitud negativa hacia el concepto de familia en general, la familia forjada sobre intereses materiales, Wilder hace una crítica a uno de los elementos básicos de la ideología dominante. Además, el hecho de que sea el dinero lo que incite a los protagonistas a cometer el crimen coloca al capitalismo como un sistema capaz de corromper la ley moral de las personas.

La relación que tiene Neff con su compañero y amigo Barton Keyes (Edward G. Robinson) puede suponer también un ingenioso ataque oculto al Hollywood clásico. Neff idealiza a Keyes, el cual representa el orden social y el bien en la película. Está del lado de la ley y es él quien insiste en investigar el caso del Sr. Dietrichson, pues está seguro de que se trata de un asesinato y no de un accidente lo que le llevó a la muerte. Expresa su afecto verbalmente cuando le describe como una persona con “un corazón tan grande como una casa,” pero la cosa va más allá con su afecto no verbal. Neff acostumbra a prender una cerilla para Keyes cuando este último no encuentra las suyas, tanto que se convierte en un motivo visual en la narrativa. Un acto que quizás se puede entender como encender la llama que hay entre los dos, que representa el deseo homosexual entre los dos hombres. Una manera sutil de cargar de significado y añadir profundidad a los personajes en una producción limitada por la censura.

En cuanto al personaje de Phyllis, ella es la causa de todos los problemas y debe ser castigada. Representa lo inmoral y por tanto está condenada a un final trágico. Aún así, Wilder la convierte en una figura prominente y con mucho poder, tanto en lo temático, ya que controla todos los movimientos del hombre protagonista, como en lo formal, con planos cortos, composición central y planos en contrapicado. Aparenta ser un personaje superficial con un único y simple objetivo guiado por la avaricia, conseguir el dinero de su marido, pero Wilder sugiere un personaje con más fundamento y un fondo mayor que solo eso. Durante la secuencia del asesinato del Sr. Dietrichson, Wilder inserta un plano corto de la cara de Phyllis justo después de haber presenciado su muerte. Su expresión es compleja y difícil de descifrar, una mirada fría perdida en el espacio que se puede entender como tristeza y arrepentimiento, o bien como un gesto de goce y de placer. Más tarde, hacia el final de la historia, ella admite no haber querido nunca a nadie y, todavía más relevante, se describe como “podrida hasta el alma.” Así se puede intuir que el personaje de Phyllis se acerca a una persona sádica que disfruta de la muerte de los que le rodean, algo que no aceptaría la MPAA bajo ningún concepto si lo hubiera podido demostrar.

A pesar de todas las trabas que se le puso a la producción de Perdición, su éxito entre la audiencia generó un seguimiento en masa por parte de los estudios de Hollywood que culminó con lo que hoy conocemos como el cine noir. No fue la primera, pero sí la película que estableció el estilo y marcó la tendencia. Phyllis dio paso a la femme fatale comehombres a la que los protagonistas masculinos debían confrontar para mantener su moral cristiana.; la narrativa en primera persona fomentó y dio por aceptada la voz en off para contar las historias, comúnmente criticada por no ser una forma “pura” de cine; el bajo presupuesto que impulsó a Wilder y su director de fotografía John F. Seitz a usar el claroscuro para ocultar los sets baratos es ahora la estampa que da nombre al noir. Wilder no solo consiguió saltarse la censura a escondidas, creó un estilo, tendencia, y arte de ello.

Perdición está disponible en Filmin, al igual que varias películas más de Billy Wilder.