En estos tiempos de incertidumbre en que el miedo parece teñirlo todo, el arte se revela como un antídoto contra la desesperación. La propia y la ajena. Me confieso artista, pero sobre todo un voraz consumidor de arte; es de las pocas cosas que me conmueven profundamente, que me dan sosiego y me revuelven al mismo tiempo y en lo más hondo.

Concibo el arte visual como un poema o un sueño. Ambos transforman la mirada que tenemos de la realidad con unos pocos trazos y sugieren mucho más que aquello que muestran y -si hay suerte- en ese proceso, nos transforman.

Dylan Thomas decía: “Un buen poema es una contribución a la realidad. El mundo nunca es el mismo una vez que un buen poema se ha añadido a la misma. Un buen poema ayuda a cambiar la forma del universo, ayuda a extender el conocimiento de cada uno y del mundo que lo rodea.”

Pensar en las imágenes que produzco y arriesgar una suerte de síntesis, se me antoja más difícil que cualquier imagen que haya acometido. Normalmente el proceso de trabajo nace de una idea, una suerte de boceto mental que anida un tiempo en mi cabeza antes de decidirse a bajar. Esa idea previa suele jugar con la tensión existente entre dos emociones: la calma y el vértigo, la incertidumbre y el sosiego, cierta violencia que se despliega ante un mar sereno.

Me atraen esas tensiones, así como una cierta cualidad onírica que con la fotografía (disciplina en la que me formé y trabajé) no alcanzaba a desarrollar completamente. La fotografía devino naturalmente en una herramienta narrativa más del abanico expresivo al que se sumaron el collage, el stencil y otras, producto de la necesidad de expresarme más libremente.

El camino que elijo para expresarme, así como las imágenes de las que me sirvo para componer la imagen final, son un atajo para poner de manifiesto esas contradicciones, esas tensiones de las que hablaba antes y finalmente, generar una emoción en aquel que las observa. Ojalá les suceda.


Ramiro López Crespo Fotógrafo y artista visual, desarrolló su carrera en moda y publicidad en Madrid y Buenos Aires. Actualmente reside en esta última ciudad donde se dedica al arte visual y el collage, tanto analógico como digital.

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