“Supongo que el hacer muñecos comienza por juntar… “cosas”. Como materiales que encuentro atractivos: madera, palos, cable, hojas, flores, pétalos, cacharros electrónicos rotos… cosas que ya han tenido una vida son geniales para hacer muñecos. Y a partir de ahí empiezas a improvisar. Es como hacer música, vas viendo a dónde te lleva. Pego y esculpo, y sigo raspando y poniendo cosas juntas y dándoles forma y… de pronto, aquello que era solo “cosas” se convierte en un personaje que te devuelve la mirada.
Lo que me encanta de los muñecos de stop-motion es que tienen esta tristeza inherente en ellos. Son como pequeños actores que solo llegan a actuar un papel. Todo lo que hacen es su acto final. Tienen una pequeñísima vida… y luego simplemente vuelven a ser objetos inanimados.”
Esto reflexiona Ainslie Henderson mientras enseña a la cámara el proceso de su trabajo. A medida que va exhibiendo sus muñecos de stop-motion, ellos, aparentemente por cuenta propia, comienzan a moverse y a actuar tal y como su creador lo describe. Una respuesta al son de una música que los muñecos mismos van improvisando.