Entrevista realizada por Eduardo Bravo a Aníbal Hernández, Diseñador gráfico e ilustrador.
Empecemos con una pregunta sencilla: ¿para qué vale el diseño?
Para hacer el bien, pero también puedes hacer el mal, y hacer el mal con buen diseño es bastante común.
¿Cuánto daño ha hecho al diseño profesional el cuñado que consiguió un Corel Draw?
Ha sido un camino largo pero creo los sobrinos y cuñados han terminado por fin de diseñar todo lo diseñable. Los clientes se han dado cuenta del panorama y ahora hay que reconstruirlo todo como después de un bombardeo.
Cuando te preguntan tu profesión en el colegio de tus hijas o tu familia política, ¿realmente entienden a qué te refieres si les dices “diseñador gráfico”?
Tengo la suerte de que en general mi entorno entiende bastante bien a que me dedico. Respecto a los colegios es curioso pero nunca sabes a quién tienes al lado. Muchas veces ha resultado que coincides con gente del mundillo: publicistas, fotógrafos o cineastas pueblan los colegios. ¡Freelances con hijos, tened los ojos abiertos! Ir al parque o a los cumpleaños a priori más aburridos puede ser mas productivo que todas las newsletters del mundo.
¿En España los diseñadores son profesionales sin ánimo de lucro?
Creo que contribuimos a dar esa sensación. Parece que en España los diseñadores no sepamos hablar de dinero. Nos da corte. Parece que le quitamos importancia, como si estuviésemos por encima de cosas tan mundanas. Todo esto es por la gran falacia de que diseñar es divertido. No, mira, no es divertido, es difícil, duro y muy frustrante a veces. Te puede gustar tu trabajo y puedes disfrutarlo, pero no lo digas muy alto.
Vale, el cliente tiene que aprender ¿pero qué es lo que os puede enseñar él?
Ah, siendo diseñador se aprenden muchas cosas gracias al cliente. Como diseñador imberbe hice una web de maquinarias para mataderos, de esas en las que metes un cerdo por un lado y salen las salchichas por el otro; mis primeras prácticas fueron haciendo 3D para una revista de oftalmólogos (viendo fotos muy gráficas de operaciones); incluso –aunque me avergüenza decirlo–, trabajé para el Ejército manejando información sensible, pero aprendí algo del funcionamiento de tanques, destructores y misiles. Ser diseñador es toda una fuente de conocimiento.
¿Un diseñador sin gafas es un infiltrado?
A lo mejor es un diseñador especialmente dotado por la genética o que no ha echado suficientes horas en el Illustrator, también puede ser un diseñador que no diseña, que de esos también hay.
Un diseñador zurdo: ¿emborrona o es una garantía a la hora de superar las dificultades?
A la hora de pasar a tinta hay que hacer malabarismos, me hace ser más cuidadoso y coger el lápiz de forma rara. No se si me hace superar las dificultades o directamente ignorarlas.
¿Por qué no hay niños prodigio en el diseño pero sí en la pintura, la música, el cine…? ¿Queréis hacernos creer los diseñadores que lo vuestro no lo puede hacer un niño?
Sí que los hay y a los que empezamos a tener una edad nos vienen pisando los talones.
¿Crees que “Esos colores no pegan” es un debate superado?
Completamente. A mí me pegan todos y cuanto menos pegan más pegan. Pensaba que me ibas a preguntar cuál es mi color favorito y la respuesta te la iba a dar Jonathan Richman:
Santiago Calatrava cobró tres millones de euros por la maqueta de un proyecto que no se llegó a construir. ¿Hasta cuántos cambios me haces gratis?
Ah, ¿se pueden cobrar los cambios?
¿Por qué cuando un diseñador habla de sus influencias siempre cita cosas súper raras y no del envoltorio del Tigretón, de la tipografía de Boomer o de los botes de Ariel cuando seguro que ha estado expuesto a ellos mucho más que a un logo de Paul Rand?
Sí es verdad. Parece que muchos diseñadores hayan crecido en la república de Weimar pero no hay que ser injusto: Kate Moross, por ejemplo, cita con auténtica pasión los envoltorios de chuches como una gran influencia y estoy completamente de acuerdo.
¿Qué trabajo histórico de diseño te hubiera gustado hacer?
Pues algo sencillo pero icónico; insignificante pero importante para el imaginario de la gente, como la bolsa de los Riskettos, el Calendario Zaragozano o personajes como Tumbita y Mortadelo. Más o menos como un “I love NY” pero de andar por casa.
Sigues algún ritual o manía irrenunciable a la hora de diseñar?
Cuando mis hijas eran pequeñas, para dormirlas tenía que pasar horas con ellas a oscuras. Tenía que estar ahí hasta que se dormían y me aburría como una ostra. En esos casos el cerebro se activa y empiezas a “ver cosas”. No es que alucine ni nada parecido, pero se forman imágenes en tu cabeza, colores y escenas absurdas. Cuando por fin se dormían iba corriendo a bocetar esas imágenes en un cuaderno a un tamaño minúsculo con notas explicando colores, trazos, ideas y acabados. Ahora lo hago como práctica habitual. La mayoría son ideas chorras a desarrollar en dibujos y cosas personales, pero de ahí han salido cosas interesantes que luego he aplicado en trabajos para clientes. Creo que ya estamos demasiado influidos por el exterior y es interesante buscar las influencias en ti mismo.
¿Cómo te ves dentro de 25 años como diseñador?
En general, haciendo lo que quiero hacer y sobre todo no haciendo lo que no quiero hacer.
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